Se escuchan los primeros cantos, fuertes, pero que parecen acariciar al oído. Cada rincón de la gran capilla, se llena de la hermosa melodía. Enseguida, la voz del "castrati" se alza con tal maestría que conmueve -algunos hasta las lágrimas- , a toda la asistencia.”Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeldías".
Luego, los altos, barítonos y bajos se unen formando un sonido polifónico, hipnotizante, armonizando en perfecta sincronía. Cuando David, escribió los versos del Salmo cincuenta y uno, jamás imaginó de que algún día serían interpretados con tanta excelsitud. El sacristán apaga la primera vela. Poco a poco, el lugar quedará a oscuras.
Es Miércoles Santo , mejor conocido como "De tinieblas". La misa es oficiada por Su Santidad el Papa Clemente XIV; la sublime representación es "Misere" de Gregorio Allegri. No cualquier mortal puede tener el privilegio de escuchar tan bella obra. Sus partituras, son celosamente guardadas en los archivos vaticanos, así ha sido por más de un siglo. Si alguien quiere escucharla, tiene que esperar que sea Semana Santa y viajar a Roma. No hay otra manera. Quien se atreviera a difundirlas, corría el riesgo de ser excomulgado.
En primera fila se encuentran sentados totalmente absortos, un joven y su padre. Han hecho un largo viaje para presenciar y vivir ese momento.
Más velas se apagan, el padre mira hacia arriba, la majestuosidad de las obras de Miguel Ángel y los cantos compuestos por Allegri parecen fusionarse en cada compás. A un lado, su hijo luce ensimismado ante la belleza auditiva. Con la barbilla pegada al pecho, parece rezar sus plegarias al Señor. No voltea a mirar a su padre, él lo deja de observar para seguir deleitándose con las voces. Otra vela más se extingue, queda una sola. Es el momento del clímax. Su Santidad, se postra ante el crucifijo. El maestro de capilla, dirige a los cantores para que vayan más lento y quedo. Se apaga la última vela y entonces todo es oscuridad. Se escuchan los retumbidos de las bancas. Todos golpean con los misales para simular el temblor de tierra. La misa ha terminado. Es una verdadera lástima que seamos tan pocos los que tienen la dicha, piensa el padre. Si la iglesia no fuera tan cerrada en ese aspecto.
-¿Te ha gustado hijo?
-Es la pieza musical más bella que he escuchado ¿Sabes quién la escribió?
-Gregorio Allegri, hace más de un siglo.
-Pues han sido los diez minutos más grandiosos que se han escrito.
-Tan grandes que la iglesia ha prohibido difundir la obra.
-¿Quieres decir que no todos conocen el "Miserere"?
-Así es hijo, somos privilegiados.
-Pues, muy pronto se acabará el secreto.
-¿Qué dices?
-No te preocupes. Ya lo verás.
Por la noche, ya instalados en su hotel, el joven se encontraba sobre su cama, a la luz de las velas, escribiendo con gran concentración. A su padre no le pareció nada raro, debe estar trabajando en una nueva obra, pensó. Su hijo, a pesar de su corta edad, tenía ya tres operas escritas. Era un verdadero prodigio. Después de darle las buenas noches, se acostó a dormir.
-¡Padre, despierta!
-¿Qué pasa?
-Disculpa que te haya levantado, pero hay algo que tengo que mostrarte.
-¿Qué es tan importante, para que me levantes a mitad de la noche?
-Su hijo le puso en las manos, un papel hecho rollo.
-¿Qué es esto?
-Vamos, revísalo. Te va a gustar.
Su padre, con los ojos casi cerrados, empezó a leer. Eran unas partituras. Estaba acostumbrado a la magnífica forma de escribir de su hijo, pero esta vez, quedó anonadado Era la pieza completa de el "Miserere", con sus nueve voces, con los tiempos y arreglos indicados con gran precisión, incluyendo todas las armonizaciones.
-Hijo, esto es casi perfecto.
-Lo sé. Me faltan corregir varias partes, pero necesito que me lleves a escucharlo de nuevo.
-El Viernes Santo habrá otra presentación, podemos asistir, pero debes ser cuidadoso. Si llegaran a descubrirte, estaremos en graves aprietos.
-No te preocupes, tengo un plan.
-Bueno, a dormir. Mañana hay que buscar a tu nuevo maestro.
El día de Viernes Santo se volvieron a presentar a la capilla. El joven llevaba oculto en su sombrero la copia que revisaría. Cuando la obra empezó a ejecutarse, lo puso en sus manos como si estuviera orando, en realidad corregía sus escritos. En efecto, había unos cuantos errores. Hace los cambios necesarios y al finalizar la misa, lo entrega a su padre, quien lo abraza orgulloso. La felicidad no le cabía en el pecho.
Pasaron semanas. el joven empieza a hacerse famoso en Roma por ser un virtuoso a su corta edad. Una tarde, ofreció un concierto ante una gran concurrencia. Interpretó el "Miserere" mientras tocaba el clave. La gente boquiabierta no creían lo que estaban escuchando. Dentro del público, se encontraba "el castrati" Christofori, que lo había cantado en la Capilla Sixtina y estaba más sorprendido que cualquiera en la sala.
Dos días más tarde, continuaron su viaje hacia el sur hasta llegar a Nápoles. Dio varios conciertos más donde deleitó con su música a propios y extraños, y luego, semanas más tarde, regresaron a Roma.
El Papa Clemente XIV fue notificado de la presencia del joven. Ya estaba enterado de su interpretación del "Miserere", por lo que lo hizo llamar para recibirlo en audiencia.
Cuando padre e hijo, recibieron la noticia, se imaginaron lo peor. Sabían que iban a pagar muy caro el atrevimiento. No hablaron en todo el trayecto hacia el Vaticano. Con caras largas, entraron al salón de audiencias donde ya los esperaban.
-¿Con que éste es el joven virtuoso que tuvo la osadía de robarse el Miserere? -dijo el Papa con tono severo.
-Así es su Santidad, he sido yo -se hincó el joven en señal de respeto.
-¿Sabes cuál es el castigo para ese acto, jovencito?
-Si, y lo tengo muy merecido, por lo que lo acepto humildemente. Pero lo hice por una causa noble, yo sólo quería que tan hermosa pieza estuviera al alcance de todas la personas, no lo hice para me beneficio.
-Se había mantenido el secreto por más de un siglo ¿Cómo es que un jovenzuelo como usted pudo robarse lo que con tanto celo ocultábamos?
-No quiero pecar de soberbia, pero en realidad fue muy fácil.
-¿Fácil? Exijo que se explique, joven.
-El Miércoles de Tinieblas, mientras se cantaba la pieza, la fui memorizando. Cuando volví a mi habitación la pasé a papel, después sólo tuve que hacerle unas cuantas correcciones, el Viernes Santo, que la volví a escuchar.
-¿Cuál es su nombre jovencito?
-Wolfang Amadeus Mozart.
El Papa se quedó pensativo por un momento. Su rostro severo fue desapareciendo para que luego se le formara una enorme sonrisa.
-Mire joven Mozart, usted ha cometido un grave pecado al robarse algo que le pertenece a la Santa Iglesia Católica, pero no deja de admirarme su increíble talento y virtuosismo del que tanto se habla en Roma. Por ésta ocasión, y por que actuó de buen corazón, perdonaré su osadía con la condición de que usted se ocupe de difundir la obra por todo el mundo.
-Así lo haré, Santo Padre.
-Y no sólo eso. Además lo ordenaré caballero.
El padre de Mozart que miraba la escena no pudo contener las lágrimas de la emoción. Sabía que su hijo estaba escribiendo una página importante en la historia. Y no estaba equivocado. Aunque sería más recordado por sus propias obras, también por ser la única persona que tuvo misericordia del "Miserere" de Gregorio Allegri.