Adoraba ver el rostro lívido de sus presas antes de morir, pero antes de que todo acabara prefería que fueran ellas quienes dijeran las últimas palabras. Así que le puso el arma en la sien y le dijo:
—Tienes algo que decir, prostituta, o prefieres irte al otro lado en silencio. Alguna vez quiso decir lo mismo que Jack Nicholson en Batman: “¿Has bailado alguna vez con el diablo a la luz de la luna? Pero sentía que era suficiente con mandarlos al otro mundo como para blasfemar también.
—Púdrete —dijo. —¿Te voy a matar y es lo único que se te ocurre? ¿No quieres ponerte en paz con Dios? Este es el momento de arrepentirte.
—Me cago en ti y en Di…
¡Bang!
No, no iba permitir que terminara la frase. Odiaba blasfemar, pero más a los blasfemos.
—Dios, perdónala. Sacudió bien la sotana y revisó que no tuviera sangre. Guardó el revólver en uno de sus bolsillos. Entonces se fue a la iglesia corriendo, se le hacía tarde para la Misa de Gallo.