martes, diciembre 13, 2005

El bebé de Carmen.


Hacía tanto calor en aquella sala de espera que el sudor le caía a chorros de la frente. Estaba parada en la fila, esperando su turno para su chequeo de cada mes, era por demás vergonzoso para ella, aquél hospital no contaba con personal de sexo femenino y los médicos y enfermeros de ese nosocomio no se distinguían por ser muy amables con las mujeres.

En los últimos años las muertes por cáncer cérvico-uterino se habían disparado a una cantidad escandalosa. Las que eran diagnosticadas cuando la enfermedad apenas se iniciaba, podía salvarse, las demás eran llevadas a un campo de exterminio.

Carmen de 35 años tenía que pasar por tal humillación mes tras mes, así como tantas mujeres que eran obligadas a satisfacer sexualmente a los “invitados”. Detrás de ella se encontraba una joven que a simple vista parecía no rebasar los 15 años.

-Esos cerdos están empezando a usar a las niñas también— se dijo asqueada.

Vio que la jovencita apenas si podía sostenerse de pie, estaba pálida y respiraba con dificultad.

— ¿Dime niña, estás bien?- preguntó.
—No me siento bien señora, creo que me estoy cociendo viva— contestó.
—Pero si estás hirviendo criatura, deben atenderte de inmediato ¡Que venga pronto un médico!—

Un par de enfermeros se acerco a ellas, la joven en ese momento se desvaneció en los brazos de Carmen, un hilillo color verde le salía de la boca.

— ¿Conoce a la joven?— preguntó uno de ellos.

Carmen titubeó un momento, luego con voz firme dijo —Soy su madre—

—Síganos, es menester que nos apuremos o la criatura morirá— dijo el más alto de los dos tomándola de la mano. El otro cargó a la joven como si fuera una muñeca de trapo.

Caminaban de prisa por un pasillo largísimo, el sonido de las botas metálicas de los enfermeros retumbaban en sus oídos como agujas en los tímpanos. Carmen los seguía con los ojos clavados en el piso, pensando.

¿Cómo había sido posible que nadie haya podido deshacerse de esas repugnantes criaturas? ¿Cómo había sido posible que nadie se hubiera imaginado el verdadero propósito de los alienígenas?

Primero llegaron 100, después a los pocos días no había ni una ciudad sobre la tierra que no fuera invadida y arrasada. Los hombres eran utilizados como esclavos en fábricas grandísimas. A las mujeres sólo las utilizaban como objetos sexuales, a algunas las usaban para que procrearan más humanos para sustituir a los esclavos y esclavas que morían.

Había algo en el esperma de esos seres que provocaba la enfermedad, algunas veces bastaba un solo contacto, otras veces como con Carmen podían pasar años y no ocurría nada. No se había registrado nunca un embarazo resultado de la cópula entre las dos especies.

-¿Qué es lo que tiene mi niña, a dónde la llevan?—
—Mujer, estás a punto de presenciar un milagro— le dijo el que la tenía en brazos.

Entraron en la última sala, acostaron a la joven y la desnudaron. Fue en ese instante que se dio cuenta que la niña tenía el vientre hinchado, pero minutos atrás parecía normal. No podía ser cierto, si la joven estaba embarazada no podría llamársele a eso un milagro, era una aberración. ¿Pero cómo pudo suceder?

Uno de ellos parecía estarse preguntando lo mismo, sacó de su traje un mini computador y empezó a teclear en él datos con una velocidad impresionante. El otro acercó un aparato de ultrasonido para inspeccionar al “bebé”.

Eran momentos de máxima tensión, el ultrasonido reveló lo que Carmen más temía. Lo que estaba creciendo dentro del vientre de la chica era peor de lo que la mente más enferma se pudiera imaginar. Sintió que su estomago no aguantaba más y vomitó hasta el cansancio, no paró hasta que sintió el característico sabor amargo de la hiel en su garganta.

El del mini computador entonces habló:

—Según los resultados el embarazo se debe a la corta edad de la mujer, sus óvulos aun no han madurado lo suficiente y parecen aceptar los espermatozoides de nuestra especie sin problema alguno. El producto de la unión es desconocida, lo sabremos en unos minutos.

Esta vez, sacó de entre sus ropas un pequeño frasco con un líquido amarillento y una jeringa. Extrajo con mucho cuidado la misteriosa sustancia de la ampolleta y se la inyectó a la joven. Esta abrió de golpe los ojos que parecía que saldrían de sus órbitas, dio un grito espeluznante y de su entrepierna empezó a salir coágulos de sangre mezclados con una sustancia verdosa y pegajosa. Luego empezó a sobresalir la cabeza (una de las dos), luego un brazo y otro cráneo, hasta que aquella cosa amorfa salió por completo. La chica ya no se movió, había muerto.

En cuanto salió todo el cuerpo, las dos criaturas se abalanzaron a tomarlo. Emocionados lo abrazaban y se lo pasaban uno al otro. No se dieron cuenta cuando Carmen tomó el frasco con la sustancia amarilla, llenó dos jeringas hasta el tope y se las enterró en la espalda.

Los dos cayeron al suelo convulsionándose de dolor, hasta que dejaron de revolcarse les arrebató a la pequeña criatura y el mini computador. Salió por una puerta trasera y se perdió en el calor de la ciudad.

Al final de un callejón junto a un gran basurero se encontraba Carmen meditando. A su lado estaba el computador hecho pedazos y el pequeño mutante que en lugar de llorar hacía un sonido que ponía la piel de gallina.

Nadie la iba a recordar, nadie la extrañaría, el mundo sería igual o peor, pero no iba a permitir que más niñas fueran embarazadas por esos seres. No debían enterarse.

Mataría al pequeño monstruo y luego se mataría ella, acabaría con esa pesadilla. Sacó una jeringa con la sustancia amarillenta y se la aplicó a la criatura y luego a ella. Convulsionándose creyó ver en uno de los ojos de la criatura una pequeña lágrima derramándose sobre el pavimento y evaporarse al instante.

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