sábado, marzo 31, 2012

Quizás...


—Te puedo dar un quizás definitivo —dijo ella.
Raúl la miró sin saber que decir o hacer. Se estaría haciendo la graciosa o qué. Odiaba que le dieran vueltas al asunto, era un sí o no. O no me gustas, o me gustas como amigo. Se sabía casi todas las excusas, pero cuando le salió con esa respuesta, se  tragó la cara de perro apaleado que ya tenía ensayada.
—Eso ¿qué significa? ¿Me estas mandando a volar? ¿Temes herirme? Porque si es eso, no te preocupes…
—¿Un quizás no te parece bien?
—Me gustan más los sí y si no hay remedio, pues los no, pero un quizás definitivo me deja, no sé…
—Es lo único que puedo darte en este momento, un quizás definitivo.
—¿Pero mañana me dices, si o no?
Ella ya no le contestó, su cara era un monumento al quizás.
—Está bien —dijo Raúl.
Ella abrió la puerta de la casa, se deslizó con la agilidad de un gato y cerró despidiéndose con la mano. La cara que le puso Raúl al despedirse le hizo temblar de pies a cabeza.
Del otro lado de la puerta Raúl respiraba como caballo desbocado, dio la vuelta. Pisó una oruga que cruzaba por el patio, pateó un helecho.
Mañana, tendré un no, pensó mientras acariciaba el cuchillo escondido entre sus ropas.
—Y le sacaré los ojos —dijo al viento.

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