jueves, diciembre 04, 2008

Nuevo cuento publicado.


Una verdadera sorpresa. Me han publicado "Ángel de mi guarda"en la revista electrónica de Sao Pablo, Brasil, Terrorzine Minicontos de Terror. No está traducido al portugués.
Muchos minicuentos, excelentes la mayoria.


Pueden bajar la revista gratuitamente aqui: http://www.cranik.com/terrorzine4.pdf

domingo, octubre 26, 2008

Nuevo cuento publicado,


Me han publicado "Multiplicidad" co-escrita con una muy buena amiga de Argentina, Paula Salmoiraghi. Ha sido en el "Eridano 18" dedicado al terror. Ya tiene un buen rato que lo escribimos para un ejercicio del Taller Forjadores. Espero les guste

Lo encuentran aqui

miércoles, septiembre 10, 2008

Nuevo cuento publicado.(Axxón 189)


Ya antes había sido publicado por Axxón, pero es la primera vez que me publican un cuento largo. Como siempre es un honor aparecer en tan prestigiada revista. PS3 surgió de una noticia que un amigo del Taller Forjadores publicó en el foro y los personajes son miembros del taller que aceptaron que sus nombres fueran usados. La ilustración es del buen amigo M.C. Carper y es excelente. Los invito a leerlo y a salpicarse de sangre con él. Axxón 189

lunes, septiembre 01, 2008

Gracias.


A todos mis amigos que respondieron al mensaje y me han ayudado y continuan haciéndolo.


Les doy mi corazón.

miércoles, julio 23, 2008

Ángel de mi guarda.



—Ángel de mi guarda —dijo el niño, luego hizo una pausa. En ese momento se le había olvidado la oración que su madre le enseñó— Dulce compañía… ¿qué sigue?, pensó.
—No me desampares —se escuchó debajo de la cama.
—Ah, si. No me desampares ni de noche ni de día —esta vez la voz del niño se quebró casi al final, estaba a punto de llorar.
—No llores, es inútil ¿puedes acabar ya? —insistió la voz.
—Quédate conmigo… —continuó el niño, su llanto empezó a ser más fuerte. Se limpió las lágrimas con la sábana.
—Hasta que… —la voz le ayudó, apurándolo.
—Hasta que me entregues en los brazos de Jesús y de María —terminó el pequeño.
Se hizo un silencio, el niño fue dejando de sollozar poco a poco, hasta que por fin se calmó. Miró con cuidado en ambos lados de la cama y se asomó debajo ¿Se había ido?
—Ahora si nos vamos —se escuchó.
Una mano cadavérica sujetó al niño del brazo y lo jaló hacia la oscuridad.

viernes, mayo 30, 2008

Critica a "El escultor" en la Biblioteca de El Kraken

Bueno, no me sorprenden las dos estrellitas que me pusieron. La verdad que el cuento podía mejorarse, pero en MIASMA nunca me contestaron después de haberse aprobado. Espero tener en mis manos pronto esta publicación, que es un gran orgullo estar en ella.

Pueden leer la crítica aquí http://www.elkraken.com/Esp/Revistes-esp/R-Miasma%209-esp.html

domingo, mayo 25, 2008

Cuento publicado en papel

Ayer recibí el siguiente email, la verdad no me lo esperaba. El cuento no es de terror, ni siquiera fantástico, trata de dos compadres cornudos. Está cotorro como decimos en México. Luego lo publico aquí.


PRESIDENTE ARS CREATIO (presidente@arscreatio.com)
Sent:
Saturday, May 24, 2008 8:38:57 AM
Reply-to:
presidente@arscreatio.com
To:
Erath Juárez Hernández (theonlyerath@hotmail.com)

Hola Erath:
En la segunda edición del concurso "Una imagen en mil palabras", quedaste seleccionado por el jurado para que tu trabajo, "Entre compadres", formara parte del libro que presentamos el próximo miércoles día 28 de mayo a las 21 horas en la Biblioteca Municipal de Torrevieja.Si deseas asistir (mejor, si puedes) estás invitado al acto, de todas formas, en caso de no poder, te enviaremos un paquete de diez libros, y si deseas que enviemos el libro a alguna biblioteca de tu localidad, también podemos hacerlo, solo indícanos la dirección. gracias por tu colaboración y felicidades si es la primera vez que ves tu trabajo plasmado en imprenta, si no, seguro que ya te falta poco para tener uno propio.El acto se transmitirá por radio en Internet en http://www.torreviejanet.comen directo.

Un saludoManuel Tévar

jueves, mayo 01, 2008

Nuevos cuentos publicados.




Un número más de Crónicas de la Forja, con excelentes cuentos e ilustraciones. Participo con "Naves sobre el desierto" un cuento al estilo de las series de los 60´s con un poco de sangre.


También casi al mismo tiempo aparezco en el número 8 de NM con "Justicia Expedita" un cuento que me gusta mucho y que espero que a todos también. Lo pueden leer aquí: http://www.revistanm.com.ar/content/hemero.html

sábado, abril 05, 2008

Cuentos Publicados.




Nuevamente me aceptaron un cuento en la revista cubana Minatura en su número 85, esta vez en el especial de Seres Elementales. El relato se llama "El troll bajo el puente". La revista en formato PDF la pueden bajar aquí.




También en forjadores.net me han publicado "El salvador caerá de una estrella" en el especial de aniversario. Por segundo año consecutivo los compañeros del taller han votado por los mejores cuentos libres y me han elegido con este cuento.

Por fin, MIASMA.


Después de varios cuentos rechazados, por fin logré que me publicaran en MIASMA, una de las pocas revistas en español dedicadas a relatos de terror. Se publica en España en el área de BARCELONA. Me estoy comiendo las uñas en espera de mi ejemplar que espero mis amigos del correo no se tranzen.

El cuento se llama "El escultor" lo escribi como parte de una convocatoria para escribir relatos a partir de una imagen para ser publicados en Axxón. No me lo aceptaron, incluso me dijeron que era un cuento pésimo, con decirles que a partir de esa crítica pensé mejor dejar de escribir. Para mi es un buen cuento de horror para que se te revuelvan las tripas. Ojalá puedan conseguir la revista. Les dejo el link donde pueden pedir informes : REVISTA MIASMA

jueves, marzo 06, 2008

Vals para Moore.



Es un día más para Moore, como tantos otros. A sus escasos quince años siente que es preso de la más inmisericorde monotonía. Son las seis de la mañana, ha pasado una hora desde que lo despertó la misma pesadilla. Esta vez no gritó ni lloró.
En sus sueños, se encontraba desnudo frente a su clase, todos se burlaban de él, lo insultaban, le gritaban que era un cerdo, lo escupían. El intentaba defenderse, pero se le abalanzaban, le enterraban lápices, reglas de plástico, tijeras. Se quedó estático mientras observaba como salpicaba con su sangre las caras de sus agresores.
Escucha ruidos en la habitación de a lado que lo regresan a la realidad. Es su madre que se levanta para bañarse. Moore puede adivinar cada movimiento y acción de ella.
Ahora debe estar desvistiéndose, ya abrió la llave del agua caliente, ahora la fría...
Su madre, le grita que ya se va.
Tu desayuno está listo en la mesa..., lo dice antes que ella.
Lo último que quiere es desayunar. Se siente culpable después de haberse comido una pizza familiar, él solo, la noche anterior. Le duele el vientre y le arde la garganta de tanto vomitar.
El chico se levanta y se acerca a la ventana, contempla como se aleja el auto rojo de su madre, hasta que se pierde a la distancia. Se tira al suelo y hace tantas abdominales que pierde la cuenta. Sólo el dolor lo hace detenerse. Al ponerse de pie, deja un pequeño charco de sudor. Ahora es hora de bañarse, antes se mira en el espejo del botiquín. Aunque el reflejo muestra a un chico atlético, sólo contempla a un pobre perdedor.
El pelo lo lleva largo, más del frente que de atrás. Se deja caer el copete para ocultarse el rostro.
No saben lo que es ser feo toda la vida.
Ya ni siquiera recuerda el color de sus ojos, le es imposible fijar la vista en él mismo. Rompe de un puñetazo el espejo en cientos de pedazos, le queda un fragmento incrustado en los nudillos. Lo arranca con cuidado, se quita la sangre que escurre entres sus dedos con la lengua. Con el vidrio escribe en su antebrazo, en letras mayúsculas: MUERTE. Respira profundo, un poco más calmado, como si el dolor del alma se escapara por la herida.
Después de un breve momento bajo el chorro del agua, se viste con el mismo pantalón roto de mezclilla y la siempre imprescindible camiseta negra. Como un autómata se dirige a la puerta de entrada. En el camino, pasa frente a su desayuno y no lo toca, agarra el plato y lo deja en la puerta para que los gatos se encarguen de ese huevo con jamón que tanto detesta.
Moore, como le llaman en la escuela, a simple vista es normal, en sus clases es atento y cumple con todas sus tareas. No se mete con nadie, rara vez se ve inmiscuido en algún problema. En su niñez, fue bastante obeso, sufrió por las constantes burlas de sus compañeros, pero ahora, a base de constante ejercicio se le ha formado un cuerpo musculoso. Todos le dicen que tiene un buen físico, él, cada vez que se mira al espejo, se encuentra con el mismo chico gordo y fofo de su infancia que se niega a desaparecer. Y lo odia.
Sale de su casa un poco antes de que el transporte escolar llegue. Se pone los audífonos del Ipod y escucha a su grupo favorito, “From First to Last”, a todo volumen. Alcanza a ver al autobús que se acerca.
Tan pronto sube, siente que todas las miradas se centran en él. Observa que dos muchachas se hablan al oído.
Eso es, búrlense de mí. Malditas víboras.
—¡Ese, Moore, qué onda broder! —le gritan desde el fondo—. Es uno de sus compañeros de salón.
—Qué onda, Jimmy Neutrón —dice al sentarse junto a él. Se quita los audífonos.
Su nombre real es Federico, pero se parece tanto al personaje de Nickelodeon que así lo apodan. Además de que es el chico inteligente de la clase.
—Te estuve llamando ayer, para que fuéramos a ver el juego de fútbol de las chavas —le reclama—, te perdiste de todo un espectáculo. Hubieras visto a la Marisol, tenía puestos
unos chorcitos, que para qué te cuento. No puedo asegurártelo, pero te juro que vi que llevaba tanga, te lo perdiste maestro —dijo, casi babeando de sólo recordar la escena.
Moore, ni se inmuta. Parece que no hubiera escuchado nada.
—¿No oíste lo que te acabo de contar? —reclama Jimmy.
—Claro que escuché, lo que pasa es que no tengo ganas de platicar. Me despiertas cuando lleguemos a la escuela —se vuelve a poner sus audífonos y cierra los ojos.
Despierta después de que lo sacuden por tercera vez. Camina junto a Federico rumbo al salón de clases. Un grupo de estudiantes charlan y bromean junto a las escaleras.
—¡No mamen!¿Sabes qué, Neutrón? Te veo más tarde.
—¿Qué, no vas a entrar a Ciencias?, acuérdate que el “Bigotes” te tiene en la mira.
—No me quiero cruzar con esa bola de fresas idiotas. Además ya me dio hueva.
—Que poca. Me abandonas.
—Si por lo menos te defendieras…
Alcanza a ver como molestan a su amigo. Le bajan el pantalón delante de las muchachas. Uno de ellos, le vacía su mochila, y se esparcen sus útiles escolares por todas partes.
Malditos aprovechados.
Llega al baño, cierra la puerta y le pone seguro. Mira por debajo, para estar seguro que se encuentra solo. Se provoca el vómito. Lo único que logra es lastimarse la garganta, apenas si puede escupir un poco de agua y bilis. Al fondo se escucha el timbre que anuncia que todos deben estar en sus salones.
No saben lo que es ser feo toda la vida.
Se enjuaga la cara, se acomoda el pelo para tapársela. Abre su mochila y busca el último Marlboro que le queda. Fuma sin prisa. Se lo apaga en la palma de la mano.
Al salir se cruza con la Directora.
—¿Joven Del Valle, qué hace usted afuera de su salón?
—Me sentí mal y fui al baño. Me dio diarrea ¿También está prohibido?
—No me interesa, váyase a su salón y mañana no entra a la escuela, si no me trae a sus padres.
No vengo por gusto, ruca de mierda.
—No se preocupe, Señora Directora. Con su permiso —finge una sonrisa y le muestra el dedo cuando ella está de espaldas.
Corre hacia su clase pues ya se le hizo tarde. Las escaleras están vacías, siente un poco de pena por su amigo cuando ve uno de sus cuadernos hecho pedazos.
Los odio a todos.
Se para en la entrada del salón, los demás están sentados ya. Siente las miradas inquisitivas de la mayoría otros lo ignoran como siempre. En la parte de atrás alguien dice algo que hace que los demás se rían.
Me las pagarán.
El maestro se percata que Moore está en la puerta, pero lo ignora por unos segundos. Luego a regañadientes le dice que pase. Se sienta a lado de su amigo, pero no se voltean a ver. Todos sacan sus libros y libretas, el ruido de los lápices chocando con la madera de los pupitres es lo único que se escucha.
—¿Alguien hizo la tarea? —el maestro lanza la pregunta como con miedo a la respuesta de negativa general.
Nadie dice nada, pero al fondo sin hacer mucho aspaviento, se encuentra Moore con la mano alzada a media altura.
—¿Me van a decir que solamente el señor Del Valle, la hizo? Eso si que es noticia —dice sarcásticamente.
Todos voltearon en dirección de Moore, la mayoría con cara de extremo enojo. Habían acordado sabotear al maestro después de que les dejó la tarea más grande de la historia en la institución, y quizá del mundo, el maestro no se atrevería a reprobar a todos. Moore, no pudo ocultar la sonrisa al ver que tenía para si toda la atención.
—¿Es tan difícil, hacer una exposición acerca del cuerpo humano? —pregunta el maestro—No tenían que hablar de todo, con cualquiera de sus partes hubieran aprobado. Les dije muy claro que iba a contar para su calificación bimestral.
—¿Ya puedo pasar al frente? —interrumpe Moore.
—Pase, jovencito —dice, como queriendo poner fin al asunto de la tarea.
Moore se pone de pie, se acerca a su amigo y le dice algo al oído. Federico lo mira sorprendido, duda un poco pero también se para, camina hasta la puerta y la cierra. Moore se pone junto al maestro que no entiende lo que está pasando.
—Si me permite, me gustaría usar su grabadora. Necesito un poco de música de fondo —dice Moore, mientras saca de su bolsillo un CD.
—No entiendo para qué, pero úsela. Nada más no ponga muy alto el volumen ¿Por qué se puso de pie, Federico?
Desliza el CD, y empieza a sonar “Un Vals para Moore” de “From First to Last”.
—Necesito que me ayude para que nadie se retire mientras expongo mi tema ¿Me ayuda? —Moore toma a su maestro de la mano, éste se para junto a él.
Del bolsillo trasero de sus pantalones gastados saca una navaja. Con una sorprendente velocidad le corta el cuello a su maestro. Un chorro de sangre sale disparado hacia las alumnas que se encuentran sentadas hasta el frente. El profesor cae de rodillas apretándose el cuello que no para de sangrar.
—Les voy a hablar a todos de la importancia de la sangre en el ser humano —empieza a decir Moore—, pero nadie hace caso. Todos gritan, unos intentan huir, pero Federico se interpone. Mientras Moore, patea al maestro que cae de espaldas, muerto. Moore, hunde su navaja en el estómago y hace un corte transversal. Mete su mano y jala uno de los intestinos.
—También quiero hablarles del sistema digestivo y sus principales partes. Éste es el intestino grueso…
Más gritos cuando lo jala como si desenrollara una manguera.
—Éste es el hígado y esto de acá la vesícula biliar…
Federico no soporta lo que está viendo y empieza a vomitar, otros se desmayan y los demás siguen gritando. Moore se acerca a una de las jóvenes que está histérica y le corta la yugular, se acerca a uno de los que habían molestado a su amigo y le entierra la navaja en el pecho. Se acerca a la grabadora, sube todo el volumen, luego regresa a donde yace el maestro.
Se escuchan golpes en la puerta.
—Esto de aquí, son los testículos…
Mientras sigue cortando partes del cuerpo del profesor, afuera gritan y golpean la puerta. Después de varios minutos, el ulular de las sirenas se empieza a escuchar.
Se ha quedado sin más partes que cortar. Moore está cubierto de sangre, se forma un gran charco rojo donde está parado. Entonces se empieza a cortar él mismo. Se hace un corte en las muñecas y otro en el cuello. Se recarga en el pizarrón y cae sentado mientras se desangra.
Derriban la puerta, varios policías entran apuntando con sus armas a Moore, que al verlos empieza a reírse. Y así, con una sonrisa en el rostro y al compás de su canción favorita les dice antes de morir: “No saben lo que es ser feo toda la vida”.

domingo, febrero 24, 2008

El mudito.



Fabián leyó en voz alta el titular de la primera página. "Niño desaparecido trae más temores", luego continuó su lectura en silencio. En el rostro con cicatrices, se formó una pequeña sonrisa conforme avanzaban los párrafos, , luego estalló en una carcajada que hizo eco en el cuarto vacío. No tienen idea, ni una puta idea.
Abajo, en el sótano, tres niños y una niña se encontraban sentados en la oscuridad. El sitio apestaba a humedad y suciedad de los propios infantes.
— ¿Qué creen que nos hagan? — dijo el mayor. Un niño delgado, de pelo negro y ensortijado. Se llamaba Juan.
—No lo sé, pero tengo mucho miedo —dijo la niña, su nombre era Brenda— ¡Quiero a mi mamá! ¿Por qué no viene? —. Empezó a sollozar y luego estalló en llanto
El más pequeño de los cuatro se acercó a consolarla. La abrazó sin decir una sola palabra. Sólo se quedó así, estrechándola contra su pecho. Ninguno de los demás sabía su nombre, ni lo habían escuchado hablar. Cuando los llevaron a ese sitio, él ya estaba ahí.
— ¿Por qué no hablas? ¿Eres mudo? — lo sacudió Max. Era el más despierto de todos. Un gordito de pelo café y ojos claros.
—¡Déjalo en paz! —gritó Brenda— ¿No ves que tiene más miedo que nosotros?
—Está bien, sigan abrazados. Juan y yo nos pondremos a buscar cómo salir de aquí ¿Verdad, Juan?
—Házlo tú si quieres. Yo ya me cansé.
—¿No ven que nos van a matar? Si no salimos de este lugar, nunca volveremos a ver a nuestros padres —dijo Max.
—Llevo más tiempo encerrado aquí que tú. Créeme, no hay manera de escaparse. Además de cucarachas y ratas, no encontrarás nada de nada —dijo Juan.
Arriba, Fabián llamaba por teléfono. Se paseaba nervioso por el cuarto.
—Jefe, ya tengo a los niños.
—Buen trabajo ¿Ya les diste de comer?
Fabián, se quedó callado por un segundo. Se le había olvidado hacerlo.
—Si, jefe. Ya les di. Que se mueran de hambre, los mugrosos.
—No quiero que les pase nada. No me los vayas a maltratar. No quiero otro accidente. Te lo advierto.
—No, cómo cree. Si los estoy cuidando. Que se pudran.
—Bueno, mañana temprano los mando a buscar.
—Aquí lo espero.
Sería la última vez que haría un “trabajito” para ese viejo, estaba harto de cuidar mocosos que siempre intentaban escapar. Le importaba un carajo lo que hicieran con los niños; él los vendía a un buen precio y con los que estaban en el sótano, tendría suficiente dinero como para pensar en el retiro. Quería largarse muy lejos, quizá a una isla en el Caribe. Sobre todo por lo que le sucedió con los últimos chiquillos que secuestró. Cuando uno de ellos lo sacó de quicio. Todavía tenía en los nudillos las cicatrices que se hizo al golpearlo. Aún no podía dormir al recordar aquello, ni podía explicarlo. El por qué había reaccionado de esa manera, bueno, otras veces se le había pasado la mano, pero con ese había rebasado los límites. Lo bueno fue que su jefe le creyó lo del accidente y pudo seguir trabajando. Dejó de pensar en todo eso y mejor telefoneó a la pizzería. Si los encuentra muy flacos no querrá pagarme.
—No creo que estén pidiendo rescate por nosotros, bueno, al menos por mi no, mi familia es muy pobre —dijo Max.
—He escuchado cosas horribles. Que matan a los niños para venderlos en pedazos —dijo Juan.
—Mi mamá me contó que hay gente que no puede tener hijos y que los compran—dijo Brenda.
—Pues si es para eso, no creo que nadie quiera comprar al mudito—se burló Max—. Bueno, podrían venderlo a un circo.
—¿Puedes dejar de molestarlo? El pobre no te ha hecho nada —protestó Brenda.
—Pues tiene que comer, porque desde que me trajeron aquí, no he visto que coma—dijo Juan.
Los tres voltearon a verlo, pero ya no estaba junto a ellos.
—¿Y ahora dónde se metió? —masculló Brenda.
—Debe estar platicando con sus amigas las ratas, allá en el rincón—volvió a mofarse Max.
Se escuchó el rechinido que hacía la puerta al abrirse, se callaron de inmediato, la luz que entró los deslumbró por un momento. Cayó una botella con agua rodando por las escaleras que los hizo voltear al mismo tiempo.
—Tengan mocosos. Quiero que traguen bien, porque mañana vienen por ustedes —les dijo Fabián. Luego les aventó la caja de la pizza que se desparramó en el piso polvoriento.
De nuevo oscuridad total. Recogieron los pedazos para repartirlos. Brenda tomó la parte que le correspondía al más pequeño y la llevó al lugar donde siempre se escondía.
Ahi estaba. Sentado, mirando hacia abajo.
—Ten, chamaco, come. Si no lo haces te vas a enfermar.
El chico sólo negaba con la cabeza y se tapaba la cara con las manos.
—Por favor...
Seguía negándose, esta vez se movía con más fuerza, luego, lanzó un grito inentendible que sobresaltó a todos.
—Está bien. Si quieres morirte de hambre, allá tú. Ya me cansé de estarte cuidando todo el tiempo. Te dejo la comida aquí.
Brenda regresó a donde estaban los demás. Escuchó a las ratas pelearse por la pizza del pequeño.
—No tiene remedio. Creo que quiere morirse—dijo Juan.
—Nosotros tenemos que planear cómo escapar—dijo Max—. Mañana cuando vengan a buscarnos, podríamos intentarlo.
—Ni crean que me iré sin el mudito. No lo pienso abandonar—dijo Brenda.
—Tengo un plan. Si el rarito es inteligente, huirá con nosotros—dijo Max.
Arriba, Fabián empezaba a desesperarse, temblaba de nervios. Se asomó por la ventana, luego se acercó a la puerta que conducía al sótano. Intentó escuchar lo que hacían los niños. No hacían ningún ruido, eso lo alteró aún más. Están tramando algo, se quieren escapar. Abrió la puerta y acechó. Estaba muy oscuro, así que encendió la luz. Nada. Subió y bajó el interruptor sin éxito.
Cerró la puerta y fue a buscar una linterna. Mientras revisaba la caja de herramientas, se encontró un mazo. Una voz dentro de su cabeza le dijo: “Quieren huir, no lo permitas”.
Tomó la herramienta con esfuerzo, pues estaba pesada. Sólo lo utilizaré si es necesario, mis boletos al Caribe no pueden escaparse.
Regresó, llevaba la linterna en una mano y la herramienta en la otra. Descendió con mucho cuidado.
—¡Malditos mocosos, salgan donde los pueda ver!
No recibió respuesta. Empezó a perder el control. No puede ser, cálmate. No pierdas los estribos. Acuérdate lo que dijo el jefe.
—No me obliguen a buscarlos ¡Se los advierto!
Escuchó que se movía algo en la oscuridad , iluminó hacia la esquina de la habitación, vio una sombra moverse. No pudo reaccionar a tiempo. Un golpe en la cabeza lo hizo trastabillar y cayó sobre unas cajas de cartón. Perdió el conocimiento.
—!Corran, larguémonos de aquí! —gritó Max.
Juan y Brenda, salieron detrás de él. Subieron las escaleras a toda prisa. Por un segundo la habitación que estaba más iluminada les afectó la visión, pero pronto se acostumbraron al cambio. Se encontraron con un lugar vacío y al fondo, la puerta que los conduciría hacia la libertad.
—¿Dónde está el mudito? —dijo Brenda—Les dije que no me iba sin él.
—¿Estás loca? ¡Vámonos! Si no quiere venir, es por algo —dijo Juan.
—Pues voy a buscarlo, váyanse ustedes —contestó la niña.
—¡Yo, me largo! —gritó, Max.
Juan volteó a ver a Brenda y con la mirada parecía decirle que no fuera tonta, que escapara con ellos. Ella le dijo adios con la mano y regresó al sótano.
No podía ver nada, así que bajó con mucho cuidado. Por poco tropieza con unas cajas que estaban tiradas. En el suelo, con la cabeza ensangrentada, su raptor seguía inconsciente. Lo pateó con fuerza en las costillas para ver si reaccionaba, pero ni se inmutó, luego se acercó a la esquina donde siempre se escondía el pequeño.
—Chiquillo, no seas tonto.¡Tenemos que largarnos! —gritó Brenda.
El niño no le contestó. Insistió varias veces, pero no recibió respuesta.
Voy a tener que ir por él. No me importa si tengo que arrastrarlo.
—Chamaco, tontito ¡ven conmigo! —susurró.
Brenda sintió un terrible dolor en la espalda, se le doblaron las piernas y se desplomó. Con la mirada borrosa, alcanzó a ver a Fabián agarrando un mazo. Luego la tomó del cabello con violencia.
—¡Maldita! ¿Dónde están los demás? Por su culpa no me pagarán ¡Ya me chingaron! — La empezó a abofetear, luego la golpeó con el puño cerrado.
—Está bien, ya no me pegues. Por favor no me lastimes más —suplicaba la niña.
Brenda que sangraba de la nariz, tenía un ojo bastante lastimado, sostenía una lucha encarnizada por soltarse.
Mátala, Mátala, le decía a Fabián la voz dentro de su cabeza.
Él sostuvo la pesada herramienta con ambas manos. Rómpele la cabeza, Rómpele la cabeza, se repetía cientos de veces, como eco en la mente.
Era el momento para darle el golpe de gracia. Alzó los brazos para asestarselo con saña , pero entonces lo vio, parado frente a él, lo miraba con la misma expresión de angustia.
—¿Tú que haces aquí? —gritó Fabián—apenas si pudo articular esas palabras.
El pequeño se acercaba arrastrando los pies, la piel casi translucida. Sus ojos tristes parecían reclamarle todo su sufrimiento.
—¡Pero si yo te maté! —, alcanzó a decir con los ojos desorbitados por el terror—Yo mísmo te enterré.
Brenda vio al mudito parado frente a Fabián, se acercaba con pasos lentos, pero firmes hacia él. Sin duda era el pequeño, pero algo andaba mal. Su rostro deformado, la cabeza aplastada, como si le hubiera caído algo muy pesado sobre ella.
Fabián se hincó de rodillas, como si pidiera clemencia, soltó el mazo que fue a parar a los pies del niño. Empezó a sollozar y al mismo tiempo a orinarse de miedo.
—¡No quise hacerte daño, lo juro!
La expresión del mudito era de odio, como si lo quisiera matar sólo con la mirada. Recogió el arma sin ningún esfuerzo y asestó un golpe. Fabián quiso detenerlo, pero esa acción le costó que se le partiera en tres pedazos el brazo. El hueso fracturado se abrió camino entre los músculos y piel. El secuestrador ahora no dejaba de gritar.
Cuando el pequeño volteó a ver a Brenda, su semblante cambió al que ella conocía. La miraba con aquella melancolía que la hizo adoptarlo como su hermanito. Fue en ese momento que escuchó dentro sus pensamientos: “Mi trabajo ha terminado, regresé para protegerte. Huye. Los demás te están esperando cerca de aquí”.
—¡No te voy a dejar!—gritó Brenda con fuerza.
Entonces el niño volvió a dejar caer la pesada herramienta, pero esta vez sobre el cráneo del secuestrador. Sobre el piso quedó la mitad de la materia encefálica y el cuerpo contorsionándose como gusano de Fabián.
“Brenda, no hay nada que hacer. Debes irte pronto por que no tardan en llegar los demás secuestradores”.
La niña miró a Fabián en medio de un gran charco de sangre, pero el mudito había desaparecido. Salió lo más rápido que pudo de ese lugar. Corrió sin mirar hacia atrás, hasta que escuchó que Max la llamaba. Se detuvo y se sentó a llorar, aún no podía asimilar lo ocurrido en el sótano. Intentó explicarselo a los demás, pero no pudo hacerlo en ese momento. Minutos después les contó lo que había presenciado.
—Debemos ir a la policía y contarles todo— dijo Juan.
—Pobre mudito, y pensar que todo ese tiempo me estuve burlando de un muertito— dijo Max— , que Dios me perdone.
—Ojalá que por fin pueda descansar en paz— sollozó Brenda.
Los tres se abrazaron formando un círculo y pidieron por el eterno descanso de su amigo. Así se quedaron un rato. Los tres lo sintieron, pero nadie dijo nada, alguien más se unió al abrazo...