jueves, abril 02, 2009

Fin del Reinado.


Por fin, después de noches infructuosas de búsqueda había dado con él. Lo había seguido hasta esa calle que estuviera desierta de no ser por las ratas que entraban y salían de los botes de basura a punto de reventar. La lluvia había hecho que la calle se vaciara y que las prostitutas que trabajaban ahí se escondieran en los edificios adyacentes y quizá alguna hubiera cometido la estupidez de entrar en el mismo lugar que su presa. Mal presagio que lloviera, sobretodo cuando estás en una zona desértica, como si fuera una puesta escénica escrita por el demonio.

Las luces de neón parpadeaban a lo lejos y mientras se acercaba podía distinguir lo que decía el letrero “Karaoke”.

El único sonido que escuchaba, era el de las gotas de lluvia que caían con fuerza y chocaban con su gorra de Los Dodgers de Los Ángeles. Se acercó poco a poco a la puerta y la abrió con cuidado. Sacó de un bolso la botella con agua bendita y el crucifijo y se internó en la oscuridad.

Esperó a que fuera él, quien diera el primer paso, mientras sus ojos se acostumbraban a la falta de luz. Sintió como empezó a descender la temperatura al mismo tiempo que su pulso se aceleraba a mil por hora. No podía fallar, seis años en su búsqueda, de levantar cadáveres secos, sin una gota de sangre. De seguir la pista de una sombra, de dejar todo por el asesino de su familia. No le creían, a pesar de que cientos lo habían visto caminar por las calles. El juraba que la persona a la que visitaban en su tumba era un impostor y que el verdadero deambulaba por las calles de Las Vegas como si nada. Nadie regresa de la muerte, ni siquiera él, le decían. Pero el ya lo tenía acorralado y acabaría con su reinado de terror.

Esperaba encontrarse con el mismo espectáculo de siempre, cuerpos por todos lados, cabezas separadas de sus cuerpos (hubo una ocasión que el maldito había hecho una especie de puzzle humano con una de sus victimas, solo que se había equivocado y las piernas las puso donde iban los brazos), pero todo parecería en orden, excepto por el silencio sepulcral.

De pronto se encendió la luz del escenario y la música empezó a sonar.

The warden threw a party in the county jail.
The prison band was there and they began to wail...

Alrededor de la pista había como diez personas sentadas, no pudo ver sus caras. Pero tampoco se movían. No pudo evitar ser contagiado por el ritmo. Canta bien, el muy maldito gordo, se dijo.

A pesar de que él no muerto tenía puestos sus lentes oscuros, sintió su mirada, trató de resistirse, alzó el crucifijo como si eso fuera suficiente para acabar con el embrujo auditivo, pero el maldito no para de cantar.

Lets rock, everybody, lets rock.
Everybody in the whole cell block
Was dancin to the jailhouse rock.

Se fue acercando cada vez más, hasta que pudo ver al público, todos tiesos, secos, con los ojos tan abiertos que pareciera que en cualquier momento saldrían disparados como aquellos lentes de broma que venden en las ferias.

Lets rock, everybody, lets rock.
Everybody in the whole cell block
Was dancin to the jailhouse rock.


Sintió la humedad de la alfombra, sus pies se pegaban a ella. Se percató que caminaba en un enorme charco de toda clase de desechos humanos. Lo tenía a tan solo unos pasos. Era el momento en el cual no debía perder el valor y atacar con todas sus fuerzas, pero estaba hipnotizado por la voz, por el ritmo de las caderas del vampiro. La canción estaba a punto de terminar. Destapó la botella con agua bendita y justo cuando terminó la interpretación más espectacular que hubiera escuchado y presenciado una decena de muertos de “El rock de la Cárcel”, lanzó un chorro de agua que da justo en la cabeza de su oponente y resbala por la frente deshaciéndole el copete y parte de la cara, mientras se retorcía de dolor.

Cayó al suelo y él aprovechó para saltarle encima y le arrebató el micrófono. Con ambas manos lo sostiene y como una estaca, se la clava en el corazón. Un grito desgarrador inunda el local, lentamente el cuerpo de Elvis Presley va desapareciendo hasta convertirse en cenizas.

Camina, libre de un enorme peso. De vez en cuando voltea a ver el antro que se consume en llamas. Ha cumplido con su venganza. Por fin, ha muerto el rey.

1 comentario:

Max dijo...

Muy original, me ha gustado, tiene un toque de humor siniestro y suspense, te desenvuelves bien escribiendo.